Tengo la teoría de que la repercusión de la muerte de un artista en los medios de comunicación generalistas depende sobre todo de dos factores. Uno: el dinero que generaron sus obras mientras las realizaba. Y dos: el dinero que estas generan en el momento de su fallecimiento. Esta última mucho más importante que la anterior.
Resulta bastante frustrante hablar de un autor que acaba de fallecer y del que, seguramente, la mayoría de jóvenes talentos que luchan ahora desde sus tableros (o su wacom, su cintiq, o lo que se utilice ahora) por abrirse camino en el mercado (?) editorial ni habrán oído hablar. Así de injusta es esta industria (?) que exprime a quienes la levantan y luego los olvida.
El señor Miguel Quesada fue un dibujante de historietas muy importante. Tal fue su importancia que fue el primer historietista en recibir la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes que otorga el Ministerio de Cultura, en el año 2000. Un año después de recibir el Gran Premio del Saló del cómic de Barcelona.
Pero, como saben quienes me conocen, la importancia que le doy a los premios y las medallas no es excesiva. Para mi Miguel Quesada fue muy importante porque, además de ser paisano mío y una persona encantadora de trato amable y dulce sonrisa, es uno de esos dibujantes de antaño que curraban como mulos para sacar adelante una industria floreciente llenando las estanterías de pequeñas obras de arte.
Fue importante porque era un obrero del lápiz y la plumilla. Por las viñetas que dibujó a lo largo de toda su vida. Porque sin personas como él quienes hoy nos dedicamos a esto probablemente no lo haríamos. O lo haríamos de otra manera.
A Miguel Quesada le gustaba contar una anécdota sucedida que en una época en la que el exceso de trabajo le tenía en vela a menudo. Contaba que, en cierta ocasión, era tarde y llevaba ya muchas horas trabajando. Era de madrugada y hacía horas que todos se habían ido a la cama, pero las fechas de entrega le empujaron a quedarse un poco más acabando unas viñetas. El agotamiento pudo con él. Hasta el punto que no pudo evitar caer rendido sobre el tablero de dibujo sujetando aún el lápiz en la mano. Cuando despertó miró la página en la que había estado trabajando y descubrió atónito que algunas viñetas que estaban sin dibujar cuando se había dormido aparecían ahora totalmente acabadas como por arte de magia. ¡Las había dibujado mientras dormía!
Un fuerte abrazo, Miguel. Que la tierra te sea leve. Y que, estés donde estés, te dejen por fin descansar sin pensar en plazos de entrega ni facturas. Que puedas dormir a pierna suelta y que si dibujas lo hagas únicamente por mero placer.
Has sido un dibujante. Ahora eres una leyenda.
(Fotografías de Quico Díaz en la inauguración de la muestra " "Un siglo de tebeos. Retrospectiva de la Historieta en la Comunidad Valenciana (1913 - 2013)" en el año 2013)
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