Hoy, 13 de enero de 2021, se cumplen 30 años de la publicación de mi primera tira de "Los Saurios", lo que marcaría el inicio de mi trayectoria profesional.
Una fría mañana, supongo que a finales del año 1990 mi madre decidió presentarme a Demetrio.
Nunca le he preguntado por qué fue precisamente entonces, y no antes cuando decidió hacerlo. Hacia poco que había abandonado mis estudios y supongo que se hartó de verme dando tumbos de un lado a otro con mis dibujos sin saber muy bien qué hacer con ellos, así que me llevó a un edificio situado en el centro de la ciudad. En ese edificio había una tienda de juguetes llamada “Didó”, que siempre me fascinó, además de una discoteca cerrada hacía tiempo (pero que a finales de los setenta debió de ser la monda) y un par de tiendas de decoración de esas que viven de venderle a algún pudiente caprichoso una mesita horrible o cierto tipo de lámpara a alguna señora casada con el dinero de algún médico.
Lo que yo no sabía era que en ese mismo edificio se encontraba además la redacción del semanario regional “Crónica”.
Allí fue donde conocí a Demetrio Gutiérrez Alarcón. La primera persona que me dio una oportunidad.
Demetrio Gutierrez Alarcón. |
El tal Demetrio había dirigido uno o dos periódicos para los que había trabajado mi madre como redactora (creo recordar que uno de ellos era “La voz de Albacete”) y su idea era que le mostrara algunos dibujos míos para intentar colarme. El sueldo era lo de menos, yo solo quería poder demostrarle al mundo lo que era capaz de hacer, la verdad es que por aquel entonces no era capaz de hacer demasiado, pero en fin algo había.
Entré con ella en el piso en el que el señor Gutiérrez tenía su despacho, el resto de la redacción, almacén y, sospecho, vivienda. Mientras yo esperaba en el despacho de este hombre, mas nervioso que un flan, todo hay que decirlo, mi madre entró acompañada de una mujer (¿secretaria?, ¿esposa?...) y volvió al rato con el susodicho. Ambos mantenían una animada conversación.
Mi madre nos presentó, nos dimos la mano y el comenzó a mirar mi trabajo.
Como cualquier dibujante sabe, el momento en que la persona que tiene el poder de decidir si va a darte o no un empleo mira por primera vez lo que has seleccionado para ese fin, es sin duda el peor. Un cosquilleo casi imperceptible te recorre de arriba a abajo, notas como tus pies no están todo lo unidos al suelo que quisieras y te dices a ti mismo una y otra vez: “No debí haber traído ese dibujo”. “Ni ese”. “Dios, ¿cómo he sido tan imbécil de traer ese otro?”.
Es como haber entrado voluntariamente en una cámara de tortura de las “SS” con la esperanza de salir de allí con una recomendación del mismísimo Hitler.
Afortunadamente esta vez salí bien parado. Demetrio dijo que mi trabajo era “publicable”. Seguramente, si hoy en día un editor dijera eso de un proyecto que acabo de presentarle, como poco colgaría el teléfono sin mediar palabra y luego ahorcaría a su perro en su garaje o pagaría a alguien para que le atropellara con una vieja camioneta. Sin embargo eran otros tiempos, yo no había publicado ni una miserable caricatura en toda mi vida y esa palabra me sonó a gloria bendita. Puedo jurar que oía a los ángeles y arcángeles cantando el Aleluya mientras Demetrio decía: “publicable”. Era lo mas bonito que me habían dicho nunca.
Me preguntó si sería capaz de entregar una tira todos los martes y yo le dije que sí, por supuesto. Si en ese momento me hubiera pedido veinticuatro tiras diarias le habría dicho lo mismo. Y si me hubiera preguntado si estaba dispuesto viajar hasta el Tíbet, arrancarle la túnica al mismísimo Dalai Lama y traérsela envuelta en papel de regalo la respuesta también hubiera sido afirmativa.
Bueno, la cosa ya estaba hecha, tenía un trato, ahora solo necesitaba algo que poner en esas tiras.
Tiempo atrás me habían regalado un pequeño dinosaurio azul de escayola que sujetaba una pancarta en forma de corazón rojo. A mí siempre me habían gustado los dinosaurios, y dio la casualidad de que cuando estaba dándole vueltas al asunto de las tiras lo vi.
Hace exactamente 30 años, el 13 de Enero de 1991 mi madre, Vivi, la canguro de mis hermanas y mis propias hermanas, entraban en mi habitación para despertarme mientras decían sonrientes: “¡Ya ha salido, Sergio!, ¡ya ha salido!”.
Aún con legañas en los ojos, encendí la luz de mi mesita, me puse las gafas y sostuve entre mis manos el ejemplar de “Crónica” que contenía mi primera tira publicada en un periódico.
Tenía 16 años.
Ese despertar, junto con el del día del cumpleaños en que me regalaron un Geyper-man, fue uno de los despertares mas maravillosos que había tenido hasta entonces.
Primera tira de "Los Saurios" publicada en el semanario "Crónica de Albacete" |
Y desde aquel momento no he dejado de trabajar. He tenido épocas mejores y épocas peores. He cosechado éxitos y padecido fracasos, pero nunca he soltado el lápiz. Ni en mis peores momentos. Sobre todo en mis peores momentos.
Este año me gustaría reeditar todas las tiras de Los Saurios en un sólo volumen con comentarios y todo tipo de extras. Ahora mismo estoy ocupado con Ruina Montium, pero en cuanto acabe esa será mi prioridad.
Puede que no sean todas buenas, que algunas se queden en "publicables" y que haya otras directamente horribles. Pero todas forman parte de mi historia y creo que merecen un poquito de atención.
Es verdad que en el año 1993 ya edité un recopilatorio (Los Saurios; Evolución") con las mejores. Pero faltan todas las que se publicaron hasta el año 1995 y algunas que se quedaron sin recopilar.
Cubierta y contracubierta del recopilatorio de "Los Saurios". |
De este modo, si todo sale bien, Los Saurios volverán a descongelarse, aunque sólo sea por un momento, para recordarme que todo comenzó con ellos.
Brindo por otros 30 años entre pinceles y ¡larga vida a Los Saurios!