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Página 39 de "La conjura de cada miércoles T1: Sectas y paranoias" |
El próximo 17 de febrero, en la Fundación Telefónica de Gran Vía, en Madrid, se inaugura la exposición de originales “El arte en el cómic”, comisariada por Asier Mensuro, en la que tengo el placer de participar con la página que acompañan estas líneas.
Entre guionistas y dibujantes, el plantel de autores con presencia en la exposición es el siguiente: Alfonso Azpiri,Álvaro Ortiz, Ana Galvañ, Ángel de la Calle, Arthur Suydam, Bernard Yslaire,Brais Rodríguez,Catherine Meurise, Chistian Durieux, Clément Oubreríe, Daniel Torres, David Prudhomme, Diego Olmos, Edmond Baudoin, Enki Bilal, Enrique Flores, Enrique Ventura, Éric Liberge, Fermín Solís,Fidel Martínez, Florent Chauvet, Frank Giroud, Gin, Gabriel López alias Gabor, Gustavo Rico,Jacobo Fernández Serrano, Javier Olivares, Joan Boix, Jorge García, Jorge Zentner, José Homs, José Luis Martín, José Rubio alias Malagón, Juan Berrio, Juan Díaz Canales, Juan Giménez, Julie Birmant, Julio A. Serrano alias Don Julio, Lara Fuentes, Luis Durán, Luis García Mozos, Mamen Moreu, Manuele Fior, Marc-Antoine Mathieu, Miguel Ángel Martín, Miguel Gallardo, Milo Manara, Nicolas de Crécy, Oriol Hernández, Paco Roca, Patricio Clarey, Pepo Pérez, Raúlo Cáceres, Rubén Pellejero, Santiago García, Santiago Valenzuela, Sergio Bleda (servidor de ustedes),Teresa Valero, Toni Coromina y Tyto Alba.
La lista es impresionante y, de hecho, debo reconocer que siento un poquito de vergüenza al estar rodeado de nombres tan ilustres. No estoy seguro de estar a la altura.
Pese a todo, tengo previsto viajar hasta Madrid ese día para asistir a la rueda de prensa y a la inauguración.
Sin embargo, tras
los últimos acontecimientos sucedidos en la capital del país que culminaron con la detención y posterior encarcelación, sin juicio previo y sin posibilidad de fianza, de dos titiriteros acusados de enaltecimiento del terrorismo -porque uno de los personajes de su obra exhibía una pancarta de una organización terrorista ficticia para incriminar a otro de los personajes- ha hecho que me piense si debo asistir o no a la inauguración. Quizá deba quedarme en casita o, incluso, exiliarme a un país donde se respete la libertad de expresión.
Porque, como ven en la página que estará expuesta en Madrid desde el 17 de febrero hasta el 15 de mayo, aparece un dibujo de Franco, otro de Hitler y otro de Mussolini. También aparecen, pueden verse claramente, el símbolo nazi y un montón de cuerpos apilados, en referencia directa al holocausto.
Mi duda es: ¿seré acusado de apología del nazismo? ¿de ofender a las víctimas del holocausto? ¿la ley de memoria histórica hará que retiren ese original de la exposición? ¿debería avisar a los padres que no lleven a sus hijos por si las imágenes, inspiradas en fotografías históricas, pudieran ofenderles?
Créame, Manuela Carmena, estoy asustado.
Porque es cierto que, además de pedir perdón una y mil veces en su
rueda de prensa del otro día “por haber enturbiado las fiestas de Carnaval con el lamentabilísimo episodio de los títeres” y por haber permitido que esos titiriteros representaran la “inaceptable e inadecuada y deleznable” obra para la cual su propio ayuntamiento los contrató, dijo también que “en el marco de una sociedad adulta que un personaje de ficción diga esas cosas forma parte del derecho de expresión”
Sin embargo, a pesar de ello, compruebo a fecha de hoy, 9 de febrero, que los titiriteros han pasado una noche más en la prisión de Soto del Real.
¿Debería tener miedo?
¿Puedo asistir a la exposición en la que está mi original sin temor a ser detenido y encarcelado en espera de juicio hasta que se aclare si mi obra hace o no enaltecimiento de algo?
Porque si los titiriteros incluían en su obra la pancarta de una organización ficticia ¿qué puede pasarme a mi que incluyo en la mía referencias a ideologías que realmente existieron?
Me da por pensar que lo hago para denunciar sus atrocidades, y eso podría salvarme. Pero en seguida recuerdo que los titiriteros también utilizaban la pancarta para denunciar en su obra la manipulación policial.
Y entonces me vuelve el miedo.
¿Quizá debería raparme el pelo al cero y ponerme una peluca como hizo
Santiago Carrillo cuando entró en España, allá por el 1976?
Porque, según parece, esos tiempos aún no se han ido del todo.