El pasado viernes un juez ordenó el secuestro del número de la revista “El Jueves” por haber publicado en portada una caricatura del príncipe Felipe y su esposa, la princesa Letizia, manteniendo relaciones sexuales, para criticar la política del gobierno sobre la natalidad.
La noticia me sorprendió y me indignó a partes iguales, y tenía intención de dedicar una entrada a este tema.
Una de las cosas que me preguntaba era si la Asociación de Autores de Comic de España (de la que soy socio fundador y para la que fuí elegido presidente en enero del 2006, cargo que estuve desempeñando hasta mi dimisión en marzo del presente año) haría algún tipo de comunicado solidarizándose con la revista.
El caso es que después de volver de una pequeña escapada vacacional de fin de semana me encuentro con un e-mail en mi buzón que, curiosamente, me comunica que la junta de AACE, precísamente el mismo día que el juez había ordenado el secuestro de la revista satírica, había decidido expulsarme de la lista de correo interna.
Cuando me presenté a las elecciones de AACE lo hice con la intención de trabajar por el bien de todos los socios (tanto los profesionales como los jóvenes autores que aún están en proceso de profesionalización), lo hice, además, convencido de que a pesar de que eáramos muy pocos (por aquel entonces, si mal no recuerdo, apenas habíamos superado el centenar de afiliados, actualmente, creo, rondamos los 140) merecía la pena seguir luchando para dar voz a los profesionales españoles. De hecho eso mismo fué lo que me impulsó a crearla junto con una decena de autores, y algún simpatizante, hace ahora unos cinco años.
A medida que el tiempo iba transcurriendo comenzaba a sospechar que, dentro de la junta, yo no era más que una mera figura decorativa.
Me daba la impresión, además, de que la junta daba mucha más importancia a captar autores noveles y a tener contentos a los autores no profesionales que a promocionar la asociación dentro del mundillo de los autores profesionales. Corríamos el riesgo de convertirnos en una asociación de “amigos de los tebeos” en vez de en un colectivo de peso que pudiera representar a los trabajadores de la historieta.
Quizá el problema estaba en que la mayor parte de los miembros de la junta no eran historietistas profesionales. De hecho, el único miembro de la segunda junta de AACE que se ganaba la vida exclusivamente escribiendo y dibujando tebeos era yo.
¿Cómo es posible que la junta directiva de una asociación de profesionales esté dirigida por gente que, por muy buenos que sean en sus otros trabajos o mucha proyección que crean tener, no lo es?
Esta curiosa situación se dió porque ningún profesional de AACE, a parte de yo mismo y otros dos ilustres veteranos que no salieron elegidos, se presentó a las elecciones.
Poco a poco me iba sintiendo cada vez más ignorado, boicoteado y hasta vetado.
Hasta que un día, el vaso fué colmado y decidí dimitir.
No obstante, he seguido asociado porque, hasta ahora, seguía pensando que la asociación era algo importante que, además, estaba comenzando a dar algunos frutos.
La “AACElist” es una lista de correo interna que creó la primera junta de AACE (de la que también formé parte como vocal) con la intención de que los socios pudiéramos estar en contacto para comentar cualquier tema relacionado con nuestro trabajo o con la propia asociación.
La semana pasada hice ver que la junta parecía tomarse más interés en los autores no profesionales que en los profesionales lo cual generó una acalorada discusión en la que hubo opiniones para todos los gustos.
Al mismo tiempo comenté que, en la próxima asamblea (que se celebrará el mes de septiembre en Caspe) iba a pedir explicaciones a la junta sobre algunas actitudes que habían mantenido en el pasado y que, para no perder tiempo durate la asamblea y que todo el mundo supiera de qué estábamos hablando, enviaría a la lista de correo la documentación que estaba reuniendo que demostraría, si no que mis suposiciones eran ciertas, al menos, en qué me he basado para opinar que la junta actuó de mala fe y sin tener en cuenta el bien común de todos los socios.
La respuesta de la junta de AACE ha sido utilizar el más cobarde de los instrumentos de control, represión y desinformación del fascismo: la censura.
Lo que comenzó como una película de Berlanga ha acabado pareciendo una novela de Orwell.
Me han expulsado de la lista de correo para que yo no pueda comunicar a los socios la documentación que he estado reuniendo.
Evidentemente esto no ha hecho sino avivar mi determinación. Y esta información llegará a los socios de un modo o de otro. De hecho, ya me ha ofrecido algún socio servir de mensajero de mis palabras en la lista de correo.
Puede que me equivoque y todo sean paranoias mías, incuso puede que sea un loco radical descontrolado.
Pero creo que el hecho de que la junta se ponga a la defensiva e intente callarme (en vez de, por ejemplo, ignorarme, algo que sería mucho más sencillo y efectivo) me hace pensar que quizá no estoy equivocado.
En la hilarante nota que me envían anunciándome mi expusión de la lista de correo me dicen que estoy “creando confusión” y provocando una “tensión innecesaria”
¿Expresar mis opiniones, cuestionar las actuaciones de la junta ante el resto de socios y señalar lo que yo creo que son algunos de sus errores es crear confusión?
¿Reunir la documentación en la que me apoyo para llegar a esas conclusiones y mostrarla al resto de los socios para que puedan decidir por sí mismos si tengo o no razón es provocar una tensión innecesaria?
¿Queremos los profesionales de la historieta de este pais estar representados por una junta que censura a sus asociados?
Y, sobre todo ¿cuál será el próximo movimiento de estos censores?, ¿no permitirme hablar en la asamblea general?, ¿boicotear este blog?, ¿cortarme las manos?...
Hasta ahora siempre he evitado hablar de mis desacuerdos con algunos miembros de la junta de AACE porque pìenso que los problemas internos deben solucionarse en la propia asociación, pero ahora se trata de censurar, de aniquilar la libertad de expresión por la que tanto han luchado generaciones anteriores. Y esto me parece suficientemente grave como para darlo a conocer desde este pequeño espacio.
Una libertad de expresión, que la junta de AACE, que tanto habla de defender los derechos de los autores, y el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo, han conseguido convencerme que, en realidad, no tenemos.