sábado, julio 29, 2017

Fredric Wertham estaría orgulloso.


En 1954 el siquiatra americano Fredric Wertham publicó “La seducción de los inocentes”, un ensayo en cuya tesis principal se describe a los cómics como una forma inferior de literatura popular, que corrompe a la infancia y una de las principales causas de la delincuencia juvenil.
Coincidiendo con la publicación de la obra, el subcomité del Senado para la delincuencia juvenil inició una investigación sobre este hecho, centrándose especialmente en los cómic-books.
Las editoriales, preocupadas por la posibilidad de que se crease una regulación gubernamental, prefirieron crear una institución auto reguladora y así nació el Cómics Code Authority, un instrumento de autocensura basado en el extenso código acordado por la ACMP (siglas en inglés de la Asociación de Editoriales de Revistas de Cómics) en 1948, quienes a su vez se basaron en el Código de Producción de Hollywood de 1930.

Cito de la Wikipedia:

>La CCA, de todos modos, fue más restrictiva que su predecesora.
Al igual que el código previo, la CCA prohibía presentar a "los policías, jueces, oficiales gubernamentales y otras instituciones de autoridad (...) de cualquier modo que cree falta de respeto hacia la autoridad establecida". No obstante, añadía a los requisitos que "en toda circunstancia que el bien pueda triunfar sobre el mal". Y desalentando "la muerte de oficiales de la justicia como resultado de actividades criminales". Así se establecieron restricciones específicas para la representación del secuestro y de las armas ocultas.
Imágenes de "excesiva violencia" estaban prohibidas, así como "las ilustraciones espeluznantes, desagradables y horribles". Los vampiros, hombres lobos, ghouls y zombies  no podían ser dibujados. Además, los cómics no podrían utilizar las palabras "horror" o "terror" en sus títulos y el uso de la palabra "crimen" tenía muchas restricciones.
Donde el anterior código condenaba la publicación de "cómics sexys", la CCA fue mucho más precisa: imágenes de "perversión sexual", "anormalidades sexuales" y "relaciones sexuales ilícitas". Así la seducción, la violación, el sadismo y el masoquismo fueron específicamente prohibidas. En palabras recogidas en el Código de Producción de Hollywood de 1930, las historias de amor tenían que enfatizar "la santidad del matrimonio" y las escenas de pasión debían tener cuidado en no estimular "emociones bajas y básicas".
Anuncios de licores, tabaco, cuchillos, fuegos artificiales, Pin-ups desnudas  y "productos de cuarto de baño de cuestionable naturaleza" fueron totalmente prohibidos.<

 En resumidas cuentas, el CCA convertía a los cómics en un chistecito inocuo y almibarado y sumía a sus personajes en un mundo buen rollista en el que Superman había dejado de ser un justiciero social que lucha contra las petroleras y los funcionarios corruptos para dedicarse a enfriar la limonada con su superaliento en barbacoas caseras y la prioridad de Wonder Woman dejaba de ser salvar a Steve Trevor para casarse con Steve Trevor.
Esto fue así durante 60 años.

Y todo para que algún senador medrara, consiguiera titulares y ganara popularidad, escenificando lo preocupadísimo que estaba por el tema de la delincuencia juvenil.

Años después, Tipper y Al Gore (quien, recordemos, llegó a ser vicepresidente de los Estados Unidos de América) ganaban presencia mediática culpando al Heavy Metal del incremento de actos violentos entre la juventud, embarazos de adolescentes y suicidios.

Recientemente, en España, nuestros políticos acaban de escenificar una preocupación similar por la violencia de género y han anunciado una serie de medidas entre las que se incluye la propuesta de “convenios de colaboración con guionistas para fomentar la igualdad, evitar los estereotipos y luchar contra el sexismo y la violencia a través de la pantalla”




Uno de los titulares afirma “Las películas y series españolas tendrán personajes femeninos más fuertes y con menos estereotipos”

De nuevo el Estado aprovecha una preocupación legítima de la sociedad y un tema tremendamente grave, como el de la violencia doméstica, para ejercer la censura y para decirnos a los autores qué personajes podemos o no incluir en nuestras historias de ficción.

Habrá quien, ingenuamente, piense que sólo se trata de una sugerencia, que el Estado no va a ejercer presión directa sobre los creadores. Y tal vez no exista una legislación al respecto, es decir, seguramente no exista un documento que nos autorice a incluir una rubia tonta y pechugona por cada cinco mujeres empoderadas en nuestras obras, pero está claro que, a partir de ahora, si quieres que tu serie o película (y seguramente libro o cómic) sea apoyado, subvencionado y/o reseñado tendrás que ceñirte al tipo de personajes que quieren ver en pantalla.

Tampoco la CCA tenía autoridad legal sobre las editoriales que no fueran miembros, pero las distribuidoras se negaban a trabajar con cómics sin el sello de la CCA. Muchas tuvieron que cerrar.

Los estereotipos ayudan a dar sentido a las historias. En la mayoría de las ocasiones son necesarios.

¡Pobre Lina! Aquí ya no se quiere a las chicas
como tú.

Si eliminásemos a Lina Lamont, la rubia tonta de “Cantando bajo la lluvia” interpretada por Jean Hagen, se nos caería la mitad de la película, y sin el conformismo de Melania Hamilton en “Lo que el viento se llevó”, que da el contrapunto a Scarlett O´Hara, la rebeldía de esta última no sería tan evidente.

Si nos limitamos a incluir personajes femeninos fuertes y empoderados en nuestras historias de ficción no sólo no empoderaremos a ninguna mujer, además crearemos una ficción irreal y edulcorada que no tiene nada que ver con la realidad en la que vivimos o las personas a las que van dirigidos esos relatos.

Pensar que eliminar los estereotipos de género en la ficción va a contribuir a eliminar la violencia de género es tan estúpido, tan ingenuo, como creer que acabaríamos con las guerras prohibiendo el cine bélico.

Seamos realistas, los autores reflejamos la sociedad, sus cosas buenas y sus cosas malas, pero no somos los causantes de ninguna de ellas.
Creo en los ejemplos positivos y me encantan los relatos inspiradores.
Mi obra está repleta de personajes femeninos fuertes, empoderados y autosuficientes. Desde la protagonista femenina de “El hijo de Kim” hasta Violeta de “La conjura de cada miércoles” pasando por Inés la vampira. Supongo que, en mi subconsciente, me he inspirado siempre en mi madre; una mujer luchadora a la que admiro y respeto. La primera mujer que se divorció en Albacete, la primera en dirigir un medio informativo, la primera en crear un periódico digital…

Pero también he creado, cuando la historia lo ha precisado, personajes femeninos tontos y superficiales como Wendy la rubia pechugona de “Melrose Pleasure”.

No se puede penalizar la creación en base a que la actuación de los personajes de ficción normaliza ciertas situaciones y, por tanto, los creadores estamos siendo cómplices del mal comportamiento de algunos individuos en la vida real.
Esa es la lógica del pensamiento políticamente correcto y se basa en una hipótesis, la de Sapir y Wolf, que no tiene demostración científica.

La ficción es algo muy importante en nuestras vidas. Los seres humanos llevamos desde que bajamos de los árboles contándonos historias los unos a los otros y ha sido algo decisivo en nuestra evolución como especie.

Recuerden: el Cómics Code Authority hizo que la industria de los cómics se autocensurara durante 60 años.

No dejemos que nos digan lo que podemos o no podemos incluir en nuestras historias.
Porque si lo permitimos será muy difícil dar marcha atrás.

Sergio Bleda


En este LINK algunos ejemplos de como la CCA límpia, lava, da esplendor y hace desaparecer cosas.

Y de propina: ¿Quiénes se lucran con la ley de violencia de género?

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